EL ORGULLO DE SER HERREÑO

José Francisco Armas Pérez. Foto de archivo.
Por José Francisco Armas Pérez
CEEM. Miércoles, 24 de mayo de 2023
“La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió.”
-Francisco de Quevedo-
El día 15 de abril del año en curso, se publicó en “Canarias Ahora” lo siguiente: “La AHÍ insiste en hablar de una nueva etapa en la que todos los afiliados están comprometidos en mirar por los intereses del partido por encima de todo para ofrecer a los electores las soluciones que la isla necesita para salir adelante, mejorar su nivel de vida y recuperar el orgullo de ser herreños”.
El artículo, en su totalidad, se refería a las dimisiones, escritos de protesta de un sector de esa formación política denunciando, según su parecer, un procedimiento inadecuado en los nombramientos de los/as candidatos/as, pero no diré nada de esto más allá de sentir una cierta envidia ajena. No opinaré sobre esa declaración genérica de “…los intereses del partido por encima de todo” bla…bla…bla, porque las palabrejas sirven para cualquiera de las organizaciones políticas que se presentan a las elecciones del próximo 28 de mayo, en cambio, si voy a entrar en la guinda que cierra el comentario “…recuperar el orgullo de ser herreños” agrego yo, “…y herreñas”.
Da la impresión que el autor de la frase siente que al “orgullo de ser herreños/as “ se ha perdido, (si no, no habría porque recuperarlo) y que únicamente su partido nos da esa cualidad o sentimiento. Debe creer, que cuando ha gobernado su facción política, tenemos el orgullo de ser herreños/as al 100% y si lo hacen otras formaciones lo perdemos o bajamos en estimación. Es decir, solo a los bendecidos por ellos, están en condiciones de sentirse “orgullosamente herreños/as”, y los que no tenemos la suerte de estar bajo su palio, quedamos desamparados de la mano de dios. Como ven, la frase da para mucho.
La Real Academia Española define el “orgullo” de la manera siguiente:
1. Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propio o por algo en lo que una persona se siente concernida.
2. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que suele conllevar sentimiento de superioridad.
3. Amor propio, autoestima.
4. Persona o cosa que es motivo de orgullo.
De las definiciones que hace la RAE, se desprenden dos significados, uno positivo, vinculado a la valoración que se tiene o se siente de su entorno, al respeto a unos valores heredados, a sus familiares, la reivindicación de lo que uno es y del grupo o colectivo al que se pertenece, de su pueblo o de su isla, en este caso, y otra, referida a un sentimiento de soberbia, altivez, arrogancia e incluso desprecio (leo en un manual de psicología).
No sé a qué acepción se refiere el autor en la utilización del término. Los que volaron en desbandada, tomarán el concepto de orgullo en sentido negativo, como propio de persona inflexible en su conducta, con aire de superioridad y soberbia, enamorados de sí mismos, considerándose que está por encima del bien y del mal. Por aquí no voy, aunque “haberlos haylos” en las mejores familias y en esta nuestra comunidad.
Me referiré, y así considero que se pretendió decir, a un orgullo bueno, cojonudo, en positivo, entendido como un sentimiento de felicidad por pertenencia a una familia, a un pueblo, a unas costumbres, a un folklore, a una creencia, a la satisfacción del trabajo bien hecho. A nuestra autoestima como herreños/as, enmendando nuestros propios errores como persona y sociedad, con humildad, manteniendo una actitud receptiva, alejadas de un ego iluminado, soberbio, intolerante en su credo.
Si este es el concepto que dice recuperar si ganan las elecciones, me temo que se equivoca de plano, porque “el orgullo de herreño/a” no lo da usted ni su formación política, ni ninguna otra, ni el político/a de turno. El ”orgullo herreño” lo mamé de la teta de mi madre, del cariño y respeto de mi familia, de los amigos de infancia,(la familia y los amigos de infancia es lo verdadero, lo que siempre tendremos después de dejar los avatares políticos, querido lector).El orgullo de ser herreño, de Isora en mi caso, me lo dio mi pueblo, el haber conocido y conocer a tanta gente buena, de revolcarme en la tierra de sus plazas y sus huertos practicando lucha canaria emulando a mi hermano “ El Chorizo” (del que me siento orgulloso); de los bailes de cuerdas en el casino Centro Isorano los jueves y domingos al son de la guitarra desafinada del viejo Félix; de los bocadillos de una cuarta pan con sardinas en aceite que despachaban mis padres en la cantina, hoy “Bar el Pueblo”; de aquel olor a pan de leña caliente que perfumaba los alrededores de la panadería de Andrés Torres, del aroma embriagador de las quesadillas hechas con primor por las manos de Nela; el orgullo de mi escuela, de mis maestros Guillermo Panizo, Enrique Armas, Paz Manuela; de las carreras de burros cuando todas las tardes los soltábamos al pasto.
En fin, amigo mío, ese orgullo que siento de ser herreño y que describo brevemente, lo tiene y lo siente cada uno y cada una de los que nacimos en esta nuestra isla mágica (y muchos que no nacieron en ella) sintiéndolo cada cual, a su manera, y no lo da ni lo quita un partido político, ni son ellos los que premian con el carnet de “herreño/a” y menos el orgullo de pertenencia.
Con mucho respeto y consideración escribo estas líneas, porque hay discursos que molestan y atentan a nuestra propia dignidad como personas y como pueblo y por ahí no, por lo menos yo, no.
José Fco. Armas
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